Por Jose Antonio Marina | http://www.ceide-fsm.com/blog
Quiero hablar acerca del próximo curso, y de cómo prepararlo.
Para ello recordaré un antiguo fenómeno estudiado por los sociólogos: la
ventana rota.
Los
autores de esta teoría fueron dos criminalistas: James Wilson y George Kelling.
Afirmaban que si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla
pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas y,
posiblemente, la construcción sería ocupada, dañada o destruida. ¿Por qué?.
Porque es divertido romper
cristales, desde luego. Pero, sobre todo, porque la ventana rota envía un
mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto. Da igual lo que hagas.
Esta teoría ha dado origen a
campañas municipales de gran envergadura, que sostenían que para evitar
conductas delictivas graves, hay que comenzar siendo intolerante con las
pequeñas transgresiones. Es cierto que todos sufrimos un inevitable proceso de
habituación. Si dejamos una calle sin barrer, más gente se sentirá animada a
tirar la basura. Si permitimos corruptelas pequeñas, acabaremos fomentando
corrupciones más graves.
La teoría ha sido muy
criticada, porque dio lugar a las políticas municipales de “tolerancia cero”
puestas en práctica en Nueva York y otras ciudades americanas, que mucha gente
consideró excesivas. Sin embargo, acabo de leer un documentadísimo libro de
Robert J. Sampson, titulado Great American City, que
defiende la validez de la teoría.
No voy a entrar en esa
discusión. Tal vez no sea un procedimiento eficaz para evitar el crimen, pero
creo que puede serlo para mejorar el clima de nuestros centros. Todos -no sólo
nuestros alumnos- podemos dejarnos llevar por la inercia, la dejadez, la pereza
o el “esto no tiene importancia”. Pasamos por alto pequeñas cosas que acaban
convirtiéndose en cosas grandes. Los problemas, por regla general, se pueden
arreglar al principio, con mucha más facilidad que al final.
¿Qué ocurre con el fracaso
escolar? La manera más eficaz de luchar contra él es atender a un niño en
cuanto se retrasa un poquito. Una semana de retraso se supera enseguida. Seis
meses, resulta muy difícil. Y un curso entero, más difícil todavía.
Cuidar, por ejemplo, la
limpieza y el orden en las aulas, las muestras de cortesía y de respeto, la
sensatez en el vestuario, no son cosas importantes, pero pueden convertirse en
una “ventana rota”. Podríamos pensar durante el verano cómo aplicar esto en
nuestro centro al comenzar el curso.
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