Un equipo de psicólogos, pedagogos y docentes aconsejan sobre cómo formar hijos responsables, autónomos y libres
ABC / S.F. / Día 20/11/2013
Con
motivo del Día internacional de la Infancia, desde Superpadres.com destacan
la relevancia de educar en valores para formar a futuros ciudadanos
responsables, autónomos y libres, ofreciendo unas pautas básicas a padres y
madres cuando se enfrentan en la ardua tarea de educar a sus hijos, con
criterios pedagógicos y bajo una óptica de enseñar los valores que regirán la
vida adulta de sus hijos como futuros ciudadanos.
1. El Iceberg
La
educación de los hijos/as es como un iceberg, en el que, según los expertos, la
parte que está bajo el agua y que aguanta todo su peso, es 10 veces más grande
que la parte que podemos ver. En educación también hay una parte que visible y
otra parte «bajo el agua»: educación en valores, emocional... Que es la que
realmente aguanta todo su «peso». No siempre a esta parte se le presta toda la
atención que merece y el iceberg se resquebraja....
2. Sembrar desde la infancia
Una
parte muy importante del modo como los niños pensarán y actuarán a lo largo de
su vida tiene que ver con el modo como piensan y actúan en su infancia. En la
infancia es donde se cimienta la construcción del «edificio» de la educación.
Si en la infancia no se han sembrado competencias personales como el
autoconocimiento o competencias sociales como la comunicación o la empatía, es
muy difícil que puedan aparecer después de un modo espontáneo. En la infancia
se genera un depósito emocional al que padres e hijos pueden «agarrarse» en
momentos de mayor distancia.
3. Coeducación Familia/ Escuela
No es
posible que los niños alcancen un pleno desarrollo de sus competencias
intelectuales y emocionales si no es desde la coeducación Familia-Escuela. En
la balanza de la Coeducación, a la escuela le corresponde asumir el mayor peso
en la formación de competencias intelectuales – técnicas, y es la familia la
que debe asumir el mayor peso de la formación en valores y competencias
emocionales. Cualquier tipo de desautorización no hace sino restar consistencia
y coherencia a todo aquello que dicen o hacen los progenitores, abriendo la
puerta, de par en par, a otros agentes educativos cuyos fines no siempre buscan
lo mejor de los menores.
4. Ejemplaridad
Los
niños aprenden de lo que dicen los adultos pero, fundamentalmente, de lo que
ven que hacen sus padres. Como dice Einstein: «Dar ejemplo no es la principal
manera de influir sobre los demás, es la única». Cuando se dice algo y se hace
justo lo contrario, lo que los hijos/as interiorizan es la fragilidad de los
principios de sus padres. Sin la coherencia del decir y el hacer la actuación
educativa pierde toda su fuerza y sentido.
5. Equilibrio entre el Sí y el NO
El NO
también forma parte de la educación. Cuando a un hijo/a se le educa siempre
desde el SÍ, lo que realmente aprende es a decir NO a sus padres. Los límites
marcan los cauces que harán más fácil a los niños el construir un modo personal
y positivo de ser y estar en la vida. Evitar el cansado conflicto del NO o
sobreproteger para evitar frustraciones son estrategias con un recorrido muy
corto e ineficaz. Poner límites no está reñido con la libertad.
6. Saber escuchar
Como
decía Zenón, «la naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para enseñarnos
que más vale oír que hablar». La única manera de que niños y niñas entiendan lo
que se les dice es entendiendo, primero, lo que ellos quieren decir. La empatía
es el fundamento sobre el que debemos construir todo proceso de comunicación
entre padres e hijos. Nunca debería entenderse la comunicación desde una
perspectiva «yo gano-tú pierdes», sino desde una dinámica «yo gano-tú ganas».
7. Ser versus Tener
Frente
a una continua oferta de búsqueda de felicidad en las grandes cosas.... es
necesario ayudar a los hijos a que encuentren la felicidad en las pequeñas
cosas de la vida. Encontrar la felicidad en aquello que son y no en aquello que
tienen. El objetivo de la educación debe ser conseguir el pleno desarrollo de
las potencialidades de los niños desde el respeto a su individualidad, pero
también para contribuir en el logro de una ciudadanía más justa posible.
8. Progresar sin renunciar
No se
vivir de espalda al progreso, pero eso no significa que renunciar a la solidez
de valores atemporales. Valores como el esfuerzo no cambian con los tiempos.
Los educadores deben saber mirar al pasado, vivir en el presente y proyectar en
el futuro. Las nuevas tecnológicas suponen un innegable avance que debe saberse
interpretar técnicamente, pero que en ningún caso debe "exigir" un
cambio en el sistema de valores propio, en el desarrollo emocional. Ante la
obviedad que la tecnología ni siente ni padece, son las personas las que hacen
de ella una herramienta que aporta o quita...
9. Pedagogía de la calma
Los
niños necesitan tiempos para hacer, pero también tiempos para pararse a pensar
en aquello que hacen. La acumulación de actividades con el único fin de
incrementar el currículum en una sociedad que se «autodefine» como competitiva
no puede sustentarse si no se apoya en tiempos para la reflexión y la calma.
Los niños y niñas necesitan tiempos para "aburrirse” y los padres y madres
necesitan tiempos para transmitirles no solo conocimientos y habilidades
técnicas, sino todo el cariño que les tienen.
10. Optimismo
El
pesimismo y la añoranza de que todo tiempo pasado fue mejor son los dos grandes
enemigos a los que puede enfrentarse un educador. Y por eso siempre hay que
dejar abierta una puerta a la posibilidad de cambio. La educación y la
fatalidad del destino: «me ha nacido así...» son incompatibles. Las etiquetas
no sirven sino para aumentar las posibilidades de que se cumpla aquello que
pronostican. El problema de la educación es que una parte muy importante del
resultado de todo aquello que se hace no es visible a corto plazo. Solo desde
el optimismo se puede educar hijos optimistas.
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